Los productores y técnicos de la zona núcleo maicera (norte de la provincia de Buenos Aires, sudeste de Córdoba y el sur de Santa Fe) se preparan para una campaña que, aunque se proyecte una mayor “normalidad” climática, demanda una gestión agronómica precisa para capitalizar el potencial productivo. Tras años de desafíos marcados por el fenómeno La Niña, donde la recarga hídrica del perfil y el manejo de los estreses abióticos se erigen como pilares estratégicos.
En palabras del Ingeniero Agrónomo, Gustavo Maddonni, “hay una probabilidad 50-50 de que el escenario sea neutro o Niña”, descartando la posibilidad del Niño. El especialista enfatiza que los pronósticos del fenómeno ENSO (El Niño-Oscilación Sur) se fortalecen con el avance del tiempo, recomendando mirar el trimestre correspondiente a la fecha de siembra: diciembre-enero-febrero para maíces tempranos y enero-febrero-marzo para los tardíos. Para estos últimos, donde la proyección actual es que el escenario sea “probablemente neutro” nombró el experto, mientras que, para el maíz temprano, aunque la probabilidad de un escenario neutro es mayor, la señal de La Niña “todavía tiene alguna señal”.
Recarga del perfil hídrico
Esta es una ventaja crucial, donde un factor diferenciador respecto a campañas previas es el “escenario previo mucho mejor por el lado de la recarga del perfil”. La recurrencia de La Niña en los últimos ciclos, redujo la oportunidad de los maíces tempranos para que pueda realizarse la recarga del suelo en otoño, el cual es un proceso fundamental para el inicio de la campaña. En la zona núcleo, donde se busca el “maíz de alto rendimiento”, una alta carga de agua en el perfil del suelo en octubre es un factor indispensable para alcanzar el potencial genético. Es así, que un otoño seco, o lotes con consumo hídrico previo por malezas o donde se aplicó un control químico, pueden comprometer la expresión de ese potencial, requiriendo ajustes en densidad y genotipo.
Gestión del estrés abiótico
En cuanto al manejo del estrés tanto hídrico como térmico, históricamente en la región se priorizó el escape al estrés hídrico mediante la anticipación de la floración a la primera quincena de enero. Sin embargo, el estrés térmico ha ganado protagonismo. Este se define por elevaciones de temperatura por encima de un umbral de 35°C. El momento de impacto es determinante: el peor escenario es cuando ocurre alrededor de la floración, causando un “derrumbe en la fijación de grano muy drástico, incluso hasta puede ser peor que el hídrico”. Durante el llenado de grano, el estrés térmico (al igual que el hídrico) produce “granos más livianos”. Los maíces sembrados a principios de noviembre son los más afectados por estrés térmico en floración, mientras que los de septiembre están “mejor parados porque el estrés térmico ocurría más en su llenado”, con menor probabilidad de impacto severo.

Diferenciación entre tipos de maíz y sus escenarios
Existe una clara distinción entre los maíces “tardíos”. Por una parte, está el maíz diferido o tardío de primera, el cual es sembrado en diciembre, pero como siembra principal. Posee “toda la capacidad de recarga de la primavera”, saliendo con un perfil hídrico y nutricional óptimo debido a la mineralización del suelo en ese período, a menudo con mayor contenido de nitrógeno que un maíz temprano.
Luego, el maíz de segunda siembra, donde se implanta después de un cultivo antecesor (trigo, cebada, arveja, etc). El suelo se encuentra “agotado en términos hídricos” y de nitrógeno al momento de la siembra. Si bien la fertilización puede revertir la diferencia de nutrientes, el agua disponible dependerá de las lluvias en el “pequeño barbecho” postcosecha del antecesor. Un antecesor como cebada o arveja, que sale antes que el trigo, puede permitir mayor recarga hídrica. Estos maíces requieren “bajarle la densidad respecto a un tardío de primera”.
El rol de los cultivos de cobertura
Los cultivos de cobertura (o de servicio) son una “buena estrategia” en rotaciones donde el lote queda descubierto por mucho tiempo, como una soja cosechada en abril y una siembra de maíz en diciembre. Estos cultivos ofrecen múltiples beneficios al agroecosistema: dinámica de nutrientes, balance de carbono, control de malezas y mejora de la microflora y microbiota. Generalmente se combinan gramíneas y leguminosas para generar aportes complementarios de nitrógeno y carbono. Sin embargo, es crítico definir el momento de secado del cultivo de servicio, ya que estos consumen agua. Un secado temprano en primavera puede permitir la recarga del perfil para maíz tardío subsiguiente, mientras que una demora excesiva podría comprometer la disponibilidad hídrica. La elección del momento óptimo de secado depende del régimen hídrico de cada zona.
En síntesis, la campaña 2025 para el maíz en la zona núcleo se perfila con condiciones iniciales favorables en términos de recarga hídrica, pero la maximización de rendimientos exigirá una gestión integrada que considere las proyecciones climáticas, la elección adecuada de la fecha de siembra y tipo de maíz, la reducción de los estreses abióticos y el manejo estratégico de los cultivos de cobertura para el mayor rendimiento posible.