El Dr. Martín Silva Rossi destaca la relevancia de la fertilización en la producción de maíz, más allá del componente económico. En su análisis sobre el comportamiento hídrico de los suelos de la región, advierte que, a pesar del elevado régimen de precipitaciones registrado en zonas con suelos francos —particularmente en el norte, este y sur de Venado Tuerto—, la capacidad de infiltración de los suelos ha resultado notoriamente limitada.
Según sus observaciones, en muchos casos, el ingreso efectivo de agua al perfil edáfico no superó el 40%–50% del total precipitado. El resto se pierde por escorrentía superficial, generando anegamientos en áreas deprimidas y comprometiendo gravemente la transitabilidad de los caminos rurales.
Capacidad de infiltración y retención hídrica
Los estudios realizados post-precipitaciones incluyeron análisis de agua útil hasta los 2 metros de profundidad. Los resultados muestran una disociación entre los milímetros precipitados y los efectivamente almacenados en el perfil, atribuida a la baja capacidad de infiltración de los suelos locales, los cuales han excedido el punto de capacidad de campo —es decir, la máxima cantidad de agua que un suelo puede retener disponible para las plantas—. A pesar del paso de varios días desde las lluvias, el agua no ha drenado adecuadamente hacia las capas profundas, permaneciendo estancada en los primeros 60–80 cm.
Rossi resalta que, en muchos casos, el perfil presenta una lámina continua de aproximadamente 60 cm con alta saturación hídrica. En la franja de 0 a 40 cm, el contenido de oxígeno disponible en el suelo ronda apenas el 10%, lo que evidencia una saturación por encima de la capacidad de almacenamiento del suelo.
Factores edáficos limitantes
El especialista atribuye esta baja infiltración a las características texturales de los suelos de la región, dominados por un alto porcentaje de limo. Esta fracción textural, por su morfología y tamaño, no contribuye a la formación de estructura. A esto se suma el bajo contenido de arcilla y materia orgánica, que son los principales agentes estructurantes del suelo. Esta combinación promueve la formación de estructuras laminares, especialmente ante ciclos sucesivos de humedad-sequía y tránsito de maquinaria pesada. En estas condiciones, los poros tienden a orientarse de forma horizontal, lo que dificulta la percolación del agua y la exploración radicular.

Manejo y estrategias de corrección
Para mitigar esta problemática, el Dr. Silva Rossi señala que se deben implementar estrategias de manejo orientadas a mejorar el contenido de materia orgánica y restablecer la
estructura del suelo. Esto implica intensificar las rotaciones de cultivos, diversificar las especies utilizadas, e incluso aplicar labranzas localizadas en sectores puntuales, a profundidades específicas, con el objetivo de romper capas compactadas o laminares y favorecer la agregación estructural.
Asimismo, remarca que, debido a la baja capacidad de infiltración, aún lluvias de intensidad moderada pero prolongada pueden saturar rápidamente los primeros centímetros del suelo, provocando escurrimientos superficiales incluso en pendientes mínimas. Esta condición favorece la formación de charcos y lagunas en las zonas deprimidas, donde se ha constatado una significativa pérdida de nutrientes, especialmente fósforo. Este fenómeno se relaciona con aplicaciones superficiales o por voleo de fertilizantes fosfatados, que al disolverse son fácilmente arrastrados por el agua hacia áreas de acumulación.
Dinámica de nutrientes en el perfil
Un dato destacable que surge de los relevamientos recientes es la redistribución vertical de los nutrientes. Tradicionalmente, las concentraciones más altas de nitrógeno y fósforo se encontraban en los primeros 20 cm del perfil. Sin embargo, tras las lluvias intensas, se ha observado una inversión en la distribución: las concentraciones más altas ahora se detectan entre los 60 y 80 cm, mientras que los niveles superficiales han disminuido. Esta nueva configuración, aunque inusual, podría beneficiar la absorción de nutrientes durante etapas críticas del cultivo, ya que el nitrógeno, al encontrarse en profundidad junto con el agua disponible, estaría más accesible durante períodos de activo crecimiento, especialmente en escenarios de déficit hídrico superficial.
Ascenso de la napa freática
En algunas áreas, se ha registrado un ascenso de aproximadamente 50 cm del nivel freático, situándose actualmente a menos de 2,5 metros de profundidad —límite a partir del cual puede comenzar a interferir en el desarrollo radicular de los cultivos—. Si bien este ascenso aún no representa una amenaza directa, podría influir positivamente como reserva hídrica para futuras campañas, siempre que las condiciones climáticas se mantengan dentro de parámetros normales.
Impacto del tránsito de maquinaria en suelos saturados
Uno de los principales desafíos que deja esta campaña es el impacto que tendrá el tránsito de maquinaria sobre suelos con alta humedad. La compactación inducida por el pisoteo en estas condiciones genera una pérdida de estructura, ya que el agua en los macroporos rompe los agregados, transformando al suelo en una masa amorfa. Al secarse, este se reorganiza de manera desestructurada, formando nuevas capas laminares que comprometen la porosidad y la aireación, afectando directamente la capacidad de crecimiento radicular.
Además, en muchos lotes se ha registrado pérdida de cobertura superficial y disminución de la materia orgánica, tanto por escurrimiento como por descomposición
acelerada en ambientes anóxicos. Esta pérdida de oxígeno disponible en el perfil restringe el desarrollo radicular, que se ve obligado a limitarse a zonas con condiciones más favorables.
Perspectivas productivas y advertencias
A pesar de estas problemáticas, el Dr. Silva Rossi concluye que las perspectivas de rendimiento para la campaña actual son altas, gracias a un perfil hídrico favorable y una buena disponibilidad inicial de nutrientes. Sin embargo, advierte que los efectos estructurales negativos de esta campaña podrían manifestarse en el mediano plazo, afectando el desarrollo de los cultivos en futuras campañas, especialmente si se presentan limitantes hídricas.
“Debemos ser conscientes de que, aunque esta campaña puede ofrecer buenos rendimientos, estamos comprometiendo la estructura del suelo para el próximo año. Si no atendemos estos problemas físicos a tiempo, los cultivos lo van a pagar caro”, concluye el especialista.